Cuando estas satisfecho
vuelves a casa
la dejas abierta
y sueltas a los perros.
No me enfrento a ellos
pero conocen mi olor
me encuentran en la basura
me acosan hasta el sótano
Desde la puerta
me ladran y me
ridiculizan y me
impiden salir
el tiempo que les parece
A veces
me dejo comer las manos
durante unos minutos
siento su hocico cálido
Tu ya ni siquiera
reconoces mi sangre en sus bocas
y cuando vuelvan a ti
enfermos, hambrientos
cansados de perseguirme
hundirán de nuevo su hocico
en el plato de tu puerta